Burocracia y arte no riman

Ayudar a la cultura simplificando los tramites en la administración

La situación actual no es fácil para el gestor cultural que trabaja en instituciones públicas. En los últimos años, la administración se ha normativizado demasiado y los trámites que deben cumplir los trabajadores del sector público son cada vez más largos y pesados. La ley de contratos de la administración pública y el celo que se está empleando a la hora de aplicarla son las principales causas del problema. Además, el sector cultural tiene unas especificidades que hacen que cuando estas se contrastan con algunos trámites propuestos por los servicios jurídicos, se den situaciones dignas de un relato de Kafka. Podría dar muchos ejemplos, pero nos alargaríamos demasiado.

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Artistas, empresas y asociaciones también lo padecen

Sería injusto decir que solo los gestores culturales sufren estos obstáculos. Los artistas, las empresas, las asociaciones y las distintas plataformas también ven cómo facturar un trabajo en determinadas instituciones es más pesado de lo que era antes, pedir la cesión de un espacio no es tan rápido como quisieran o que hacer uso del espacio público por una actuación requiere demasiadas prerrogativas a cumplir. El cambio hacia una administración digital, y las dificultades técnicas, de aprendizajes y conocimiento que van apareciendo no ayudan a nadie, y al contrario de lo que sería deseable, no hacen más que poner las cosas más difíciles, encorsetar más las programaciones y desfavorecer el riesgo a la hora de poner en marcha nuevos proyectos culturales. Paradójico que todo esto ocurra en el mundo mágico de la vida en un clic.

La pinza contra los gestores culturales

En definitiva, la administración es cada vez más pesada, los trámites más lentos y la imagen de esta hacia los ciudadanos y los artistas, más negativa. El gestor cultural de la administración pública le toca vivir en medio de la dicotomía de ser visto por el político y el cuerpo funcionarial jurídico como alguien cercano a la bohemia y reacio a las buenas prácticas administrativas, mientras que los artistas, empresarios culturales, asociaciones y activistas les ven como un burócrata que solamente está ahí para dificultarles el trabajo.

Es necesario urgentemente solucionar esta pinza y ayudar a que los trabajadores culturales de las administraciones se dediquen a sus funciones básicas, programar actos, difundir i conservar el patrimonio, ayudar a los artistas a salir adelante, difundir sus proyectos o a mediar entre los distintos públicos y el mundo cultural y asociativo… Urge cambiar las cosas, urge volver a la racionalidad, urge poner el bien común de la cultura, como prioridad absoluta.

Jordi Dorca
Programador y responsable de comunicación del Museo del Cine de Girona.
Miembro del consejo de redacción de Revista de Girona.

@jdorcacosta

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