Siempre he encontrado dificultades, en mi entorno más cercano, para explicar en qué consiste mi trabajo y para que mi respuesta resulte esclarecedora. Esto, como se podrá comprender, no es una buena noticia para los que desde hace años recibimos la denominación gestores culturales. Pero, realmente, ¿qué somos los gestores culturales y cuál es nuestra función?
Podríamos definir el al gestor cultural como a una persona mediadora entre los creadores y el público; un intermediario entre la creación, la participación y el consumo cultural. Somos, en definitiva, aquellos los que ofrecemos la posibilidad de que los proyectos culturales y creativos avancen y perduren en el tiempo, a la vez que posibilitamos que estos mismos que los propios proyectos lleguen al público para que pueda participar en ellos. A este fin, debemos organizar los procesos para que las iniciativas culturales puedan salir adelante con el máximo de garantías. El gestor cultural debe marcar establecer los objetivos del proyecto; detectar las necesidades materiales, los recursos humanos y los espacios que se solicitan; contabilizar y garantizar el presupuesto requerido; organizar los grupos de trabajo; detectar al público potencial del proyecto y, cuando este se haya culminado, comunicarlo el proyecto al propio público; buscar los sistemas de participación y, por último, evaluar su el funcionamiento del proyecto una vez finalizado.
Auténticos hombres y mujeres orquesta
Desde hace muchos años, las universidades ofrecen másteres y postgrados de gestión cultural. Estos estudios enseñan los procedimientos y las herramientas para que el gestor cultural pueda desarrollar su tarea. De hecho, si nos detenemos se paran a pensar en ello, advertiremos que ser gestor cultural, más que un título, es un oficio. La formación de todos los que la lo desempeñamos es muy diferente y variada. Somos filósofos, historiadores, filólogos, musicólogos, historiadores del arte o arquitectos que hemos encontrado en este oficio una manera de ayudar en los proyectos culturales y de aplicar salida a nuestros conocimientos en este ámbito. Por lo tanto, somos los que intentamos aportar un método procedimental y herramientas para que artistas y público entren en contacto y podamos, así, dinamizar el sector cultural. Para aportar este método debemos ejecutar un gran número de tareas y adquirir ciertas habilidades que nunca hubiéramos imaginado necesitar. Somos auténticos hombres y mujeres orquesta.
Reivindicar nuestro oficio
Estas multiplicidades de funciones, y lo poco que hemos sabido explicar nuestro oficio a la opinión pública, ha hecho que, no solo la figura y la función de los gestores culturales sea demasiado desconocida, sino que en muchos muchas casos ocasiones está muy poco considerada por los demás agentes culturales; algunos creadores nos ven excesivamente burócratas, parte del público nos ve como una masa funcionarial poco útil y algunos determinados sectores de la prensa cultural nos ven como un obstáculo para realizar su trabajo. No me quejaré de ello; la culpa es nuestra por no haber reivindicado lo suficientemente bien el oficio, por no haber creado un colegio profesional que nos explicara y nos defendiera, y, sobre todo, por haber dejado que nuestros portavoces sean teóricos universitarios que raras veces han pisado la realidad de la gestión de base. Si a todo esto le añadimos la incapacidad que hemos demostrado todo el sector, —no sólo solo los gestores—, para reivindicar la labor de la cultura en tiempos de crisis y su papel clave más allá de las lógicas utilitaristas del mercado, tenemos como resultado la indiferencia. Si aquellos que pretendemos hacer llevar a cabo un trabajo transformador creamos indiferencia, tenemos un problema más gordo de lo que pensamos.
Jordi Dorca
Programador y responsable de comunicación del Museu del Cinema de Girona.