La mayoría de los proyectos, instituciones y eventos culturales realizan sus evaluaciones basándose en parámetros cuantitativos. Centran sus estadísticas en el número de entradas vendidas, de reservas hechas o de asistencias logradas. “Cada año nos visitan 30.000 usuarios” dicen los responsables técnicos y políticos, pero ¿realmente es así? En la mayoría de los casos, no.
Muchos equipamientos tienen un público fiel que suele participar de más de una propuesta a lo largo de la temporada, por lo que, siguiendo el ejemplo, no tenemos “30.000 usuarios”, tenemos 30.000 usos, visitas o entradas vendidas, un concepto sustancialmente diferente. Cuando presentamos estas estadísticas corremos el riesgo de caer en la falsa apariencia de una mayor participación de la que es real, ya que muchos estudios afirman que un 10% del total de ciudadanos suponen un 50% de los ingresos. Estas diagnosis parciales nos llevan a ejecutar, demasiadas veces, políticas culturales excesivamente focalizadas al conservar a este público fiel y olvidarnos de la mitad de la ciudadanía que según las encuestas no participa de la vida cultural Todo ello genera una inercia difícil de romper, sin embargo, en cierto modo urgente de abordar.
Pensar y ejecutar políticas públicas para hacer que aquellos que no lo hacen se sientan llamados a participar de las propuestas, es un trabajo complicado y seguro uno de los retos más importantes que tiene el sector en los próximos años. Por este motivo es necesario que marquemos unas líneas maestras por donde empezar este cambio de paradigma y buscar romper estas barreras. Las líneas de actuación las cuales deberían empezar por cambiar los parámetros de la evaluación de nuestros equipamientos y proyectos, de este modo sabríamos cuál es nuestro público real, cuál es nuestro potencial y cuáles son aquellos que se encuentran más alejados de la propuesta.
Debe trabajarse activamente en la accesibilidad, la vinculación de nuestras entidades al territorio y en la mediación de públicos. También es necesario adaptar nuestra oferta al usuario y esto significa los horarios, la conciliación familiar y ofertar precios equitativos. El público debe ser nuestro eje gravitatorio, todo el mundo debe sentirse invitado a los espacios que les son propios y comunes, el dinero invertido en cultura por definición debe revertir al máximo número de ciudadanos. Deberíamos centrar esfuerzos y recursos en actuar sobre los públicos de forma segmentada y usar el marketing relacional para acercarnos al máximo número de personas; y por último debemos considerar estrategias y mediadores que puedan poner en contacto a las instituciones tradicionales y los nueve públicos sin que ello signifique banalizar contenidos ni apartarnos de la misión de nuestros equipamientos o proyectos.
Todo esto requiere de una acción coordinada entre la gestión cultural, la política institucional, el mundo educativo y el económico, solo a través de acciones globales podremos actuar en aumentar el acceso de estos nuevos públicos al sector de la cultura, un trabajo conjunto nos ayudará a romper barreras ideológicas, mejorar la accesibilidad y en consecuencia crecerán los usos, los usuarios y sobre todo pondremos en el centro de nuestras políticas a la ciudadanía y haremos que todos ellos se sientan invitados a participar de nuestros proyectos. Un trabajo difícil, pero urgente.
Jordi Dorca
Programador y responsable de comunicación del Museu del Cinema de Girona.
Miembro del consejo de redacción de la Revista de Girona.
@jdorcacosta