Turismo cultural

El turismo, sus efectos y su excesivo peso sobre determinadas economías es un tema habitual de discusión. Se apela a un turismo de calidad en contraposición a un turismo de masas con poco “valor añadido”. De todas las modalidades de prestigio, el turismo cultural, se destaca como ejemplo de buena praxis por parte de los territorios que la difunden y potencian.

Foto de sergibatlle.com

¿De qué hablamos cuando hablamos de turismo cultural?

Cuando hablamos de turismo y cultura, estamos hablando de dos términos complejos de definir y más si los juntamos. Por un lado, el turismo es el hecho de viajar por el simple gusto de conocer un lugar, pero también es el conjunto de actividades y servicios que se ofrecen para acoger a determinados visitantes. La cultura tiene tantas definiciones como podemos imaginar, y sus límites son muy móviles y cada vez se van ampliando. Por tanto, se hace difícil encontrar una definición consensuada sobre de qué hablamos cuando hablamos de turismo cultural.

Históricamente, se ha asociado esta modalidad turística al descubrimiento de monumentos históricos, pero es evidente que también debe vincularse a otras muchas facetas que trasciendan la arquitectura o la artesanía. Debemos incluir la música (sobre todo en formato de eventos), las rutas literarias, el cine y sus festivales, las visitas a lugares de rodaje e incluso el diseño y la moda. Países como Italia han añadido la gastronomía y en otros países como Francia tienen en cuenta la cultura científica para que las bellas artes no lo monopolicen todo. También es interesante ver que algunos de los visitantes turísticos viajan a países para conocer el estilo de vida de las sociedades que visitan y esto es también cultura. El paisaje, sobre todo en países donde este tiene un fuerte peso icónico e iconográfico, puede ser visto como algo que pueda visitarse desde una óptica intelectual más allá de la belleza que nos muestra a primera vista. Encontraríamos mil y un ejemplos.

Todos hacemos turismo cultural

Lo que vemos es que a medida que la definición de cultura y de sector cultural se va ampliando, mayor es la oferta de productos que pueden ser considerados como turismo cultural. El paraguas que reúne esta modalidad es tan grande y acoge tantas actividades que a veces te hace pensar que todo el mundo en un momento u otro se mueve por algún motivo cultural cuando visita cualquier sitio. Algunos porque se topan con la cultura de manera inevitable, otros porque quieren incluir estas actividades como complemento de las vacaciones y por último aquellos por los cuales la cultura es su principal motivación cuando tienen que viajar. 

El problema general es que este tipo de turismo se convierta en una especie de etiqueta de calidad y que en aras de este reconocimiento se ofrezca sin tener en cuenta los peligros que conlleva una mala “turistificación” de la cultura. Estos peligros son la banalización, la masificación, el consumo de escasa calidad y la creación de espacios artificiales que únicamente sirvan para los turistas. Y aquí es importante el trabajo de planificación, de control y evaluación que podemos realizar los agentes culturales, los gestores públicos del turismo y los diferentes operadores. Debemos saber qué ofrecemos, a quién hacemos llegar la oferta y pensar si ofrecemos las mejores condiciones a nuestros visitantes. Todo esto debemos hacerlo conociendo cuáles son nuestros límites y sobre todo evitar que los peligros de la sobreexplotación, la banalización y la artificialidad se apoderen de nuestra oferta.

Jordi Dorca
Programador y responsable de comunicación del Museo del Cine de Girona.
Miembro del consejo de redacción de Revista de Girona.

@jdorcacosta

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