Desde hace algunos años, los responsables políticos y culturales han empezado a intentar cuantificar los impactos económicos que tienen los eventos culturales para utilizarlos como simple acto de justificación. Lo han hecho porque desde el inicio de la crisis financiera se ha instaurado la perversa e injusta práctica de cuestionar cada euro del sector público que se gastaba; si este euro no tenía rentabilidad económica se consideraba (se considera) un euro malversado. ¡Qué paradojas! Un sector que ha vivido mayoritariamente lejos del mercado especulativo —y de la economía de favores políticos que nos ha arrastrado a la miseria que vivimos ahora— debe justificar sus inversiones por miedo a que sean cuestionadas por una opinión pública durante años sumisa y sometida a la especulación de las grandes corporaciones.
¿El impacto real de un evento cultural son los menús y las camas alquiladas?
Actualmente encontramos que, una vez finalizado un evento cultural, los responsables políticos se presentan ante la prensa para hablar de menús, pernoctaciones y al final dejan ir una frase lapidaria: «este es el impacto real del festival». La he escuchado más de dos, tres y cuatro veces, y aún hoy, cuando la escucho o la recuerdo, quedo alucinado. ¿El impacto real de un evento son solo los menús y las camas alquiladas? Y la belleza de lo que ha mostrado ese festival, el valor comunicativo, el efecto cohesionador, la felicidad del espectador, ¿qué son? ¿Irreales? Medir las palabras debería ser una cuestión de mínimos.
¿Es posible cuantificar económicamente el impacto de la cultura?
Dicho todo esto, hay que plantearse varias preguntas: ¿es posible cuantificar económicamente el impacto de la cultura? Seguro que sí. ¿Es la economía el indicador más importante? Para mí, rotundamente no. Sin embargo, ¿es importante el impacto económico? Por supuesto que es importante; la cultura es también una actividad empresarial y económica, una actividad que representa el 3% del PIB europeo y que ocupa a muchísima gente en España y en todo el continente; no lo podemos perder de vista.
Otro tipus de estudios
Existen estudios de impacto interesantes, estudios que proporcionan una cuantificación económica directa e indirecta de un evento concreto. Nos muestran impactos sobre la producción, sobre la renta, sobre el empleo que generan, sobre la incidencia en el PIB y, también, sobre el factor multiplicador del gasto público. Es decir, nos muestran cómo se convierte cada euro invertido en más euros de impacto para el territorio. Estos estudios económicos de impacto son muy útiles para justificar inversiones, para buscar recursos y patrocinadores o para crear opiniones favorables; esto es innegable. Lo que me parece peligroso es justificar un evento cultural únicamente utilizando estos argumentos económicos y dando por entendidos todo los demás impactos que genera la cultura.
¿Podemos hablar de otros aspectos que no sean el índice de ocupación y del dinero que genera la cultura?
Espero que pronto en las ruedas de prensa de evaluación de los actos culturales no solo se hable de índice de empleo y dinero, sino también de diversidades, inclusión, participación, acción colectiva, valor artístico, satisfacción del público, desarrollo creativo, capacidad transformadora y mejora del bienestar de las personas. Cuando lo vea empezaré a pensar que algo está cambiando y que lo que muchos estamos pregonando desde hace tiempo tiene, por fin, un impacto en el sector de la cultura.
Jordi Dorca
Programador y responsable de comunicación del Museu del Cinema de Girona.
@jdorcacosta