Se puede trabajar de manera profesional sin recibir una remuneración correcta.
Esto es lo que sufre la cultura en estos últimos tiempos. La mayoría de trabajos, sobre todo los que realizan creadores y técnicos sin experiencia, no están remuneradas como deberían. En otros casos se trabaja para ayudar a alguien que por desgracia no ha podido levantar como pretendía la financiación del proyecto y por pura solidaridad se realiza una tarea pagada por debajo de los estándares aceptables. Hay demasiados ejemplos en donde se trabaja sin gratificar con el pretexto de que ese trabajo engorda el currículo del principiante y que lo que hoy no se cobra ya se cobrará más adelante gracias a la experiencia acumulada en trabajos no retribuidos. Todos hemos sido aprendices y practicantes nos dicen. Seguramente tienen razón pero el sobre exceso de este tipo de prácticas han puesto en marcha un círculo vicioso que está convirtiendo el sector creativo de Cataluña en un mundo amateur en el sentido estricto de la palabra. Ser profesional significa ejercer una profesión, si se ejerce, es para ganarse la vida y en catalán (y también en castellano) esto significa ganar suficiente dinero para vivir de manera correcta.
Preocupa la pauperización del sector
Desde hace unos años el sector de la cultura está sufriendo una pauperización importante. La crisis financiera redujo los presupuestos públicos dedicados a la cultura y estos no se han recuperado, nos movemos aún entre el 0,7% de la Generalidad al 5% de los ayuntamientos más proclives a la inversión cultural. Insuficiente a todas luces. Llegó la crisis y también descendió el consumo cultural. A esto le añadimos que no tenemos suficientes usos para absorber la enorme producción que genera el país y que por lo tanto muchos proyectos quedan en el anonimato a pesar del esfuerzo. Los proyectos culturales y creativos del país deben mirar hacia fuera, pero la internacionalización de la cultura catalana, hoy todavía es deficiente y el mercado global es demasiado agresivo para hacerse un espacio con herramientas insuficientes. No existe una ley de mecenazgo que permita al sector económico entrar en el patrocinio de la cultura. Las becas y ayudas están hoy infra financiadas y en algunos casos mal planteados debido a la burocratización excesiva del sector público, esto provoca que las ayudas para proyectos no sean las que los productores esperaban y que para llevar adelante el proceso deban recortar gastos, unos recortes que demasiadas veces se encuentran en los honorarios de los profesionales que participan.
Todo esto que acabo de detallar son las olas de la tormenta perfecta, una tormenta que no termina en naufragio gracias a la solidaridad y el altruismo del sector que ha aceptado sin muchas quejas una pauperización inadmisible. Además el sector ha acudido a la ágora de la opinión pública demasiado acomplejado y no ha sabido hacerse valer como sí lo han hecho muchos otros.
Romper el círculo
Las acciones que podrían romper este círculo vicioso son fáciles de enumerar pero difíciles de cumplir. Se trataría de hacer una inversión importante en políticas de fomento de la creación, crear un programa de becas y subvenciones bien dotadas económicamente y suficientemente flexibles para que sean útiles a los creadores y productores, aprobar una ley de mecenazgo que permita disponer recursos del sector privado para financiar proyectos culturales y crear un plan de ayuda a la internacionalización de proyectos. Pero lo primordial es que el sector se organice para reclamar que se regulen los convenios de los trabajadores culturales y que empezemos a dar importancia a nuestro trabajo. En definitiva, reclamar la posibilidad de ganarse la vida trabajando en el sector cultural.
Jordi Dorca
Programador y responsable de comunicación del Museu del Cinema de Girona. Miembro del consejo de redacción de Revista de Girona. @jdorcacosta