Durante dos años Carla Rovira investigó una historia familiar, la de su tío-abuelo Enrique Isart Alonso, fusilado por los franquistas en el 39 en Cartagena. Iba en busca del héroe de izquierdas y analizaba la narrativa del olvido sobre la figura de este familiar, construida en parte sobre la leyenda y un punto de realismo mágico, para hacer su nuevo espectáculo. Pero de repente se dio cuenta de que en el marco de esta narrativa todavía había un olvido más patente: el de las mujeres de su familia.
Las mujeres han mantenido vivo el recuerdo
Han sido las mujeres las que han testimoniado al desaparecido, las que han mantenido vivo su recuerdo, a pesar de que no era un tema de conversación habitual. La madre de Enrique Isart, Virginia Alonso, sus hermanas, sobrinas e incluso las hijas de estas como la misma Rovira, no son protagonistas de grandes acontecimientos históricos, pero son imprescindibles, como un gran número de mujeres de otras muchas familias -aquí está el elemento que otorga una proyección universal a la pieza-, para entender las historias particulares que conforman la historia colectiva. Màtria es la plasmación del proceso de investigación de Rovira sobre Enrique Isart y de las propias reflexiones de la creadora, que no presenta una historia lineal, sino que ha ido tejiendo el espectáculo a partir de fragmentos, ideas y conceptos que forman un todo.
La necesaria construcción de una memoria colectiva
Durante la mal llamada transición española, un ejercicio de amnesia en toda regla que ha favorecido la preservación de un franquismo sociológico cada vez más desacomplejado, se ha perpetuado la recuperación y promoción de memorias individuales como manera de evitar la construcción de una memoria colectiva, de modo que si se consigue destruir esta memoria de la colectividad o se evita su formación, la gente nunca se ve a sí misma como agente histórico. Esta es la tesis de Rovira en esta pieza que contiene, como no podía ser de otra manera, un homenaje implícito a su familia, con la suficiente habilidad como para que no interfiera en esa proyección universal que pretende que tenga la obra. El planteamiento no es convencional, como tampoco lo es la puesta en escena. El público escucha la historia sentado alrededor de una franja circular de arena -corcho trinchado del que se recuperan, sumergidos, algunos recuerdos y objetos olvidados- con una mesa situada en el centro. La mezcla de texto, proyecciones y las actuaciones de la misma Rovira y su madre, Ángela Pitarch, que no es actriz, alcanzan un nivel de autenticidad remarcable y, por lo tanto, de emoción. No es “otra sobre la Guerra Civil”, en absoluto, trasciende este tema y interpela al público para que se haga preguntas al respecto de su propia historia.
Màtria se podrá volver a ver en la Sala La Planeta de Girona los días 19 y 20 de enero y, posteriormente, en el Ateneu Popular 9 Barris el 27 de enero y en el Escorxador de Lleida el día 8 de marzo.
Dani Chicano
Periodista / Director de la revista Proscenium
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